Se ha vuelto ya muy común el uso de perfumes y fragancias
capaces de tenernos todo el día salivando. Aromas como el de la vainilla o el
chocolate se utilizan como ambientador para perfumar locales, para aromatizar
jabones y lociones de baño, e incluso para rociarse a modo de colonia e hipnotizar
por la calle a los más golosos, cual flautista de Hamelín en potencia. Se trata
de olores que nos desafían a abrir las fosas nasales e inspirar profundamente para
tratar de hacer llegar aquel manjar aromático a nuestras papilas gustativas. Fue
precisamente uno de estos perfumes el que me llevó de vuelta a mi infancia.
Recordé de pronto cómo disfrutaba yendo a jugar a casa de
una de mis compañeras del cole, con aquellas delicadas muñecas que yo en mi
casa tenía prohibidas. Pero más especialmente, recordé el aroma de uno de sus
juguetes: la idílica Heladería de Polly Pocket. Unas figurillas que apenas
levantaban un centímetro del suelo pero que en sus casitas tenían hasta el más
mínimo detalle. Ésta en particular, tenía un característico olor a fresa que la
hacía peligrosamente apetecible. Si fuera posible añadir un perfume a nuestro
blog, estoy seguro de que optaría por éste.
He aquí uno de los juguetes perfumados que yo conozco,
aunque muy probablemente existan muchos más. Tratemos, pues de hacer una
pequeña lista. Se admiten sugerencias.