2 abr 2015

PIÑA, PARA EL NIÑO O LA NIÑA

Igor siempre quería más postre. Su madre le rellenaba la copa de helado cuantas veces lo pidiera. Y su padre le cortaba más melón cuando se quedaba con hambre. No era especialmente goloso, pero se había convertido ya en tradición, que sus padres cumplían de muy buena gana. Cada uno elegía su postre y lo llevaba hasta la mesa, donde juntos lo saboreaban despacio. Todos menos Igor, que se afanaba en engullirlo rápidamente. Sin embargo, antes de que pudiera ver el fondo del vaso de yogurt o se le acabaran las cerezas del plato, uno de sus padres ya se había levantado para traerle más. Les hacía especial ilusión verlo devorar de aquella manera. Y él lo sabía. Todos lo pasaban bien con aquella absurda costumbre, y por eso la mantenían a diario.

Hasta el 31 de octubre del pasado año.

Sus amigos habían elegido su disfraz mucho antes que él, así que no tuvo demasiado tiempo para prepararlo. Se le ocurrió en el último momento aprovechar alguna de la ropa más tétrica que su hermana había dejado en el armario. Sólo tuvo que customizarla un poquito. Fue así como Igor bajó a comer con sus padres enfundado en un vestido negro hecho jirones. Llevaba un sombrero de pico alto que él mismo fabricó y se pintó pústulas y verrugas en la cara con algo de maquillaje. Se había pintado hasta las uñas.

Mamá se escandalizó al verlo, entre asustada e incrédula.

-          ¿Verdad que doy miedo?

             Casi no podía responder.

-          Tendrás que dejarme una escoba vieja.

Comieron sin decir palabra, lo cual no dejó de parecerle extraño. Pero nada podía quitarle la alegría propia de aquel día. Estaba impaciente por enseñar a sus amigos su original creación.
Acabado el segundo plato se levantaron uno tras otro para llevarlos hasta la cocina. Su madre había abierto un bote grande de piña en almíbar, y depositaba dos rodajas en cada uno de los tres recipientes que tenía delante. Sobraron dos rodajas, que permanecieron en el bote aún sumergidas en su propio jugo. Después, cada uno con su postre, volvieron a la mesa. Sin embargo, sólo Igor comió. Su padre permaneció estático en su asiento, mirándolo fijamente y golpeteando con los dedos sobre la mesa. Su madre, cabizbaja, parecía temer una súbita explosión.
Acabó pronto con su plato, pero ninguno se levantó en aquella ocasión.

-          No hay más piña

Subió la mirada y vio la rabia en los ojos de su padre. No entendía muy bien la razón de su repentino enfado, pero tampoco obtuvo explicación alguna. Prefirió no preguntar. De todas las rodajas de piña, sólo él había comido las dos que le correspondían. En realidad no tenía más hambre: quería apresurarse por salir con sus amigos.
Retiró la silla e hizo ademán de levantarse.

-          Te quitarás ese disfraz ridículo y no saldrás de casa esta noche.
http://www.sheknows.com/parenting/articles/1016485/gender-bending-halloween-costumes