“No sé cómo podéis los jóvenes pasar tanto tiempo embobados
frente a la pantalla del ordenador”- No hace más que repetirme mi abuela cada
vez que me encuentra casualmente
trabajando en mi portátil. Sin embargo, es después ella misma la que se
puede pasar horas junto al fuego, disfrutando con el crepitar de las llamas y
el calor del hogar. Y es que muchas veces no dejan de ser caras de una misma
moneda.
El ser humano, en toda su complejidad fruto del
desarrollo evolutivo, sigue quedando prendado con minucias, tan aparentemente
insignificantes, como las llamas, el mar, las olas, un cuadro o un atardecer. En
esta facilidad humana de embobamiento parece tener un filón la industria del
entretenimiento.
Desde mi punto de vista, el intríngulis estriba en saber
ofrecer al consumidor la sencillez suficiente para fomentar la adicción, sin
llegar al simplismo que le haga percatarse de su estupidez. Nacen así algunos de
los más recientes videojuegos, que parecen dejar de lado la verosimilitud de
sus gráficos en pro de la facilidad en el juego, aplicando la ya tan antigua
técnica “parchís”. Juegos como el Cookie Clicker, con los que tienen ya ganados
a una buena parte de los consumidores de este tipo de pasatiempo (yo me
incluyo). Los hay que todavía prefieren las chimeneas, o por el contrario, los
videos de gatitos en YouTube, con los que también se fomenta el embelesamiento
superfluo. Si es que en el fondo somos tan simples como eso.